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Tras la pista del Israel simbólico: Munich

Tras la pista del Israel simbólico: Munich

En un panorama mediatico basado en la preponderancia del modelo del infoentretenimiento se hace vital, sobre todo el caso de hechos informativos de alta complejidad, que aparezcan documentos como la película Munich. Lo paradójico es que sea precisamente un trabajo cinematográfico el que de algo de luz sobre ese laberinto que se ha venido a denominar “conflicto palestino-israelí”.

Este conflicto, que lleva décadas ocupando páginas de prensa y minutos en radio y televisión como si de un interminable partido de fútbol se tratase, es difícilmente comprensible si no nos movemos entre sus personajes a su misma altura. Precisamente ese es el punto fuerte de Munich: Hablarnos de ese conflicto mirando cara a cara a sus protagonistas, introduciéndonos en sus vidas. Las noticias del día a día en un tema tan enquistado no solo no nos dan poca información sino que en la mayoría de las ocasiones lo único que hacen es desinformar, confundir. Las noticias sobre lo que sucede en Israel y Palestina apenas sirven de nada si no conocemos ciertos factores intrahistóricos que las contextualicen. Uno de los logros de Munich es hablar sin ambages de lo que el Mossad supone para Israel.

El estado dentro del estado

El Mossad no son solo los servicios de inteligencia de un determinado país. Lo que entendemos por servicio de inteligencia a nivel internacional no puede ser aplicado para el caso concreto del Mossad. Esta organización es un estado dentro de otro estado. Este hecho viene dado porque Israel es uno de los países más peculiares del mundo, hay que entender que no es un estado al uso.

Israel debe ser entendido como un estado de doble filo. Por una parte Israel es un microestado en cuanto a la mayoría de sus indicadores socieconómicos. Sin embargo, Israel también es una suerte de enorme peñón de Gibraltar en oriente medio. No sólo por su valor estratégico para el atlantismo frente al mundo árabe sino porque Israel, como se deja caer en Munich, supone para muchos una avanzadilla de la civilización, o de cierta civilización, enmedio del desierto.

Los que así entienden a Israel lo hacen no sólo por lo que supone como estado que se rige, al menos a nivel interno, por un modelo político occidental. De hecho no hay que olvidar que aunque Israel es un estado creado por judíos es estructuralmente un estado laico, algo que no sucede en el caso de varios de sus vecinos. Evidentemente, Israel es también un país que vive en estado de excepción desde su creación, en este sentido su caso es comparable al de Corea del Sur. Es por ello, que un estado que circula por un camino tan lleno de obstáculos cuenta con un “estado fantasma de repuesto”, el Mossad, para poder seguir su marcha en la historia.

Israel y Palestina, estados simbólicos

Por otra parte, a nivel internacional Israel es un estado simbólico. En este sentido es hermano precisamente de su principal preocupación: Palestina. La maldición, si lo queremos llamar así, de ambos países es que son una suerte de jugadores hacia los que el mundo entero dirige sus apuestas. Israel supone para occidente lo que en tiempos supuso Jerusalén para el mundo cristiano: un bastión que de caer haría temblar a occidente entero. La importancia, por tanto, de que Israel se mantenga sólido es vital y es en este sentido es en el que debe de entenderse la tozudez estadounidense para con ese país. El caso de Palestina es mucho más trágico.

Palestina es como Israel un estado simbólico con el que el mundo árabe experimenta sin el menor reparo su capacidad operativa a nivel internacional. El problema de Palestina frente a Israel es que apenas si han existido escrúpulos para lanzar a la población palestina, como avanzadilla del mundo árabe que es en la zona, a toda suerte de situaciones temerarias. A los países árabes no les ha temblado el pulso a la hora de retar a Israel y a occidente utilizando al pueblo palestino. Si observamos las guerras entre los países árabes e Israel pronto vemos como esas derrotas han tenido muchas menos consecuencias para los países que lanzaron la ofensiva que para los propios palestinos.

Cuando, por ejemplo, Irán lanza a Hezbollah contra Israel pocas consecuencias tiene eso en Teheran pero muchas sobre Palestina y los campos de refugiados. Desde ese punto de vista es fácil lanzar gritos contra la destrucción de Israel. Precisamente, todo parece apuntar a que en la agenda del 2006 Estados Unidos, Israel y en menor medida Europa van a lanzar claros mensajes a Irán para que sus acciones le salgan algo más caras. Reflexionando pues sobre ese hermanamiento de Israel y Palestina como estados simbólicos quizá la solución para que estos estados fuesen simplemente eso, estados, pasa por olvidarnos un poco de ellos. Por no presionarles con nuestras simpatías o antipatías, generalmente caprichosas, para que tengan que demostrar nada, quizá entonces simplemente “serían” sin verse obligados a la brutalidad del “parecer”.

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