Vehementes buenos y vehementes malos
Desde que este verano he estado viendo películas del oeste me he vuelto un poco más maniqueo, aunque nada alarmante. De ahí el título de este mensaje. La vehemencia suele darse en aquellos niños que un día se quedaron congelados en su niñez, que apenas maduraron.
Suena bonito, y en ocasiones lo es, pero el niño también es cruel y esa es la parte oscura de este tema: que el niño cruel se superponga al niño que juega sin crueldad. Un triste ejemplo de niño cruel es Hitler. En Mi Lucha escribió respetaba a mi padre y amaba a mi madre. La madre de Adolf Hitler murió de cancer de pecho.
En aquella época no existía la radioterapia y el método para la curación era extirpar el pecho. Sin embargo Hitler, animado por el doctor que trataba a su madre, decidió que probaran un nuevo tratamiendo sumamente doloroso. La cura fracasó y la madre de Hitler falleció en una agonía terrible. A propósito, el médico era judio.
Un dato mas, Hitler mantuvo durante varios años una relación con una sobrina a la que doblaba en edad. Esta apareció muerta en 1931 con un disparo de la pistola de Hitler, se dijo que fue un suicidio. A partir de ese momento los psicohistoriadores han visto una radicalización en el comportamiento personal de Hitler. Rianse de los ensayos políticos.
Dalí
Salvador Dalí siempre fue un niño, travieso, tímido, y genial. En Dalí sobresalió el carácter creativo de la niñez a todos los niveles. El mundo era un juego para Dalí. A veces podemos ver en él, sin equivocarnos, el fantasma del cinismo. Esto puede disculpársele porque todos los genios que juegan con la ironía acaban rozando el cinismo a veces.
Sin embargo, ese cinismo no era infinito como prueba su rotunda condena de la pena de muerte. Dalí decía que incluso en el más criminal de los hombres había algo maravilloso y eso hacía imposible acabar con la vida. Ojalá tomaran nota de este vehemente muchos moderados.
3 comentarios
Ramón -
Ufff ¿Dijo eso? Joder. El que no sabe ahora que decir soy yo.
Chihiro
Quizá este en este artículo me he pasado de megalómano.
Chihiro -
emilio -
Dalí, 1971